Una de las inquietudes más comunes entre los estudiantes de canto, sobre todo de aquellos que se perfilan a dedicarse profesionalmente al oficio es cómo construir un repertorio sólido, que tenga los atributos para conquistar un público y que represente al artista que lo canta. La palabra repertorio alude concretamente al conjunto de obras que un artista ha estudiado y tiene preparadas para interpretar. En nuestros tiempos el concepto trasciende el mero grupo de piezas que preparamos para un evento en concreto, el repertorio de un cantante se refiere también a la música que canta en general, y en mi opinión la construcción de un repertorio influye directamente en temas de gran profundidad, como el concepto artístico, el estilo y la creación del producto cultural. Para un cantante, los temas que decide cantar constituyen una parte fundamental de su mensaje.
Por estas razones no es poca cosa tomar decisiones en lo referente al tipo de canciones que abordamos, los géneros que decidimos representar, los autores y las sonoridades que impregnan nuestra música. Para dimensionar lo importante que es este asunto, sólo imaginemos que elegimos un tema que sentimos que no nos representa del todo, o que por cualquier razón no nos gusta mucho, y que el tema se convierte en un éxito… Lo más probable es que si nuestra carrera es larga y exitosa, tengamos que cantar esa canción por petición general en la mayoría de nuestros shows por el resto de nuestra vida profesional. Nuestras elecciones en ese respecto también encausan otros aspectos de nuestra marca artística, como los géneros que tendremos que abordar frecuentemente, el tipo de arreglos que visten nuestro repertorio y por ende el ambiente cultural en el que nos desenvolvemos. Esto es así porque nuestro repertorio termina definiéndonos ante la opinión pública. No es lo mismo que yo decida cantar jazz que música clásica, los ambientes que rodean estos repertorios son completamente distintos y determinarán desde el tipo de orquestación que me acompaña hasta cómo me voy a vestir para los conciertos. Por más irreverente y distintivo que sea el artista, se dirige a un público que tiene expectativas y su mensaje debe ser coherente. Por tanto, ésta es una elección que va más allá de los simples gustos o caprichos de un cantante que pretende tener una carrera, es una escogencia que no debe carecer de estrategia.
La gran pregunta es ¿cómo hago para no cometer errores en este respecto de los que pueda arrepentirme en un futuro? Es difícil elaborar una respuesta infalible para esta pregunta. Es como decidir comenzar un matrimonio o una sociedad. Nos casamos con nuestro repertorio y las canciones que publicamos dicen cosas de nosotros, hacen que el público se figure ideas sobre lo que somos. Y como le pasa a mucha gente, podríamos casarnos con mucha ilusión y al tiempo sufrir esa decisión solo porque al paso de los años no somos las mismas personas. Para mi, la respuesta está en nuestra formación y en nuestra educación, como pasa para casi todas las cosas importantes de la vida. Elegir un repertorio debe ser el resultado de algunas certezas. Debemos estar seguros de que conocemos suficiente música como para no tomar decisiones desde la ignorancia o el desconocimiento. Debemos tener cultura, haber vivido, haber leído, investigar, para que nuestro repertorio sea la representación de un mensaje preciso y elaborado, de lo contrario es probable que vayamos por la vida diciendo cosas de las que no entendemos nada. Debemos comprender que una canción no sólo está conformada sólo por una letra, hay varios lenguajes que tenemos que dominar: la melodía, la armonía, el ritmo, el arreglo, el formato, el estilo, la producción musical, todos éstos son aspectos importantes del mensaje que debemos conocer en su máxima profundidad. Es menester desarrollar la capacidad de adecuar los temas que interpretamos a nuestro marco conceptual, para lo cual es imprescindible conocer perfectamente cada uno de los aspectos recientemente mencionados, pero además debemos tener la habilidad para transformar cualquier canción y adaptarla a nuestro estilo sin que pierda su esencia, por ende nuestra educación artística y musical es determinante para que tengamos las herramientas correctas para tal fin. Un artista depende de su visión, de su capacidad de otorgar al público un punto de vista atractivo y distintivo. La permanencia de ese artista en la cultura colectiva depende también de que su preparación le permita anticiparse y hacerse flexible a los cambios y adaptable a las constantes apariciones de nuevas tendencias y espacios culturales.
Dicho todo lo anterior, es importante aclarar que no estoy afirmando que hay que ser un experto para comenzar a elegir un repertorio. Hay muchos espacios para ensayar, tomar riesgos, ganar experiencia y equivocarse. Son muchos los casos de artistas que han logrado por intuición, olfato, buena asesoría o cualquier otra virtud, conectar con un público y mantenerse por muchos años vigentes en el mercado de la música. También es importante considerar que todos ignoramos cosas, y que nuestra ignorancia no debe ser un obstáculo para comenzar, ya que corremos el riesgo de no hacerlo nunca. Sólo estoy exponiendo las ventajas de estar preparado y destaco la importancia del repertorio como elemento fundamental de la carrera del cantante. Es obvio que una persona con experiencia y preparación tiene ventajas en aspectos estratégicos de la planificación de su carrera artística. Nuestra inteligencia, formación, intuición y experiencia serán la medida para que nuestras decisiones tengan validez al paso de los años.